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miltonRogovin
Todavía huelo la espuma del mar que me
hicieron atravesar.
La noche, no pudo recordarla.
Ni el mismo océano podría recordarla.
Pero no olvido al primer alcatraz que
divisé.
Altas, las nubes, como inocentes testigos
presenciales.
Acaso no he olvidado ni mi costa perdida,
ni mi lengua ancestral.
Me dejaron aquí y aquí he vivido.
Y porque trabajé como una bestia,
aquí volví a nacer.
A cuanta epopeya mandinga intenté
recurrir.
Me rebelé.
Su Merced me compró en una plaza.
Bordé la casaca de Su Merced y un hijo
macho le parí.
Y Su Merced murió a manos de un
impecable lord inglés.
Anduve.
Esta es la tierra donde padecí bocabajos
y azores.
Bogué a lo largo de todos sus ríos.
Bajo su sol sembré, recolecté y la cosechas
no comí.
Por casa tuve un barracón.
Yo misma traje piedras para edificarlo,
pero canté al natural compás de los
pájaros nacionales.
Me sublevé.
En esa misma tierra toqué la sangre
húmeda
y los huesos podridos de muchos otros,
traídos a ella, o no, igual que yo.
Ya nunca más imagine el camino a Guinea
¿Era Guinea ? ¿A Benin ? ¿Era a
Madagascar ? ¿ O a Cabo Verde ?
Trabajé mucho más.
Fundé mejor mi canto milenario y mi
esperanza.
Aquí construí mi mundo.
Me fui al monte.
Mi real independencia fue el palenque
y cabalgué entre las tropas de Maceo.
Sólo un siglo más tarde,
junto a mis descendientes,
desde una azul montaña,
bajé de la Sierra
para acabar con capitales y usureros,
con generales y burgueses.
Ahora soy : sólo hoy tenemos y creamos.
Nada nos es ajeno.
Nuestra es la tierra.
Nuestro el mar y el cielo.
Nuestra la magia y la quimera.
Iguales míos, aquí los veo bailar
alrededor del árbol que plantamos para el
comunismo.
Su pródiga madera ya resuena.
*
nancyMorejón
La Habana Cuba
1944
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